Una de las preguntas que se ha hecho el ser humano es ¿Cómo ser feliz? Una inquietud que ha sido parte de charlas cotidianas entre familiares o amigos, en algún funeral y seguramente nos ha asaltado el pensamiento en este estar en casa, en cuarentena, alejados de la ruidosa rutina que nos aletarga. El problema que está de telón de fondo en esta pregunta es el de la felicidad y de la posibilidad del ser humano por ser o estar feliz.

Mujer triste - Mujer Feliz

Para dar algunas respuestas a esta pregunta es importante determinar qué se entiende por felicidad, si por un lado felicidad la asociamos a un meta que se alcanza al final de un camino, recorrido o maratón, o si por el contrario la felicidad se encuentra ya residiendo en algún lugar fuera del cuerpo, en el mismo ser de cada uno, o en un lugar privilegiado que debemos descubrir. Para el caso de la primera opción, si se entiende que la felicidad es algo a lo que llega, ser feliz es un estado ideal o deseable que se obtiene como resultado de un esfuerzo anterior o como premio por algún trabajo y sacrificio que ha implicado la no felicidad o la abstención de ciertos gustos o placeres para una virtud mayor. En el caso de la segunda, si se entiende que a felicidad es algo que ya está dado, ser feliz es un estado del ser humano que ya existe y hay que buscarla en distintos lugares.

Busto - Aristoteles

Por ejemplo, el filósofo griego Aristóteles en el año (384 a. c -322 a. c) dirá en su Metafísica, que la felicidad es un acto que se da en el agente que tiene esa actividad, así como la visión se da en el que ve, la contemplación en el que contempla, la felicidad se da en el que es feliz. (1050b) En palabras más bellas, dirá en su Ética a Nicómaco que “la felicidad es una actividad del alma” (1102ª 18) desde esta perspectiva la felicidad no está en una posesión de algún objeto, no está en la compra de una casa, de una joya, no están en los lujos materiales, como nos diría una buena abuela, tampoco en la compra de diversión desaforada donde se ríe a carcajadas, sino que está ya en cada uno de nosotros y específicamente en las acciones que hacemos, en el modo en que vivimos y actuamos..

Es ahí en el vivir donde está la felicidad, pero en el modo propio de vivir según nuestra virtud, según nuestra alma, actuando y siendo fiel a lo que nos define, no en la copia de modelos de vida contrarios a nuestra alma, tampoco usando prendas prestadas o comprando trajes que le quedan grandes, chicos o simplemente no le lucen a nuestro ser. Ser feliz desde este lugar, es vivir y actuar de acuerdo con la virtud de cada uno, y ser virtuoso, según nos enseña este autor, es actuar bien, actuar correctamente, en pocas palabras vivir bien y ser una buena persona. Así, para ser felices solo debemos vivir; y vivir es sentir y pensar en armonía y concordancia con esa virtud, buena y agradable que nos autodefine.

 

Hay otro lugar donde puede estar esa felicidad y que nos la enseña una escuela filosófica helenística en el siglo IV (341 a. c.), la escuela epicúrea, llamada así por el su fundador, Epicuro, quien, en su jardín rodeado de amigos, veía en la amistad y en el placer, la felicidad. Desde la perspectiva epicúrea, según Carlos García Gual en su libro Epicuro, el libertador”, el alma “es corporal y perece con su cuerpo” todo lo que siente el cuerpo, las sensaciones, el tanto, el gusto, el oído, nos provee de un conocimiento de este único mundo que es sensible. Esta escuela parte de supuesto de que el ser humano en la sociedad tiene perturbaciones que no le permiten ser libre, pero también la absoluta libertad lleva a una sensación de soledad, por tal motivo, hay que proveerle a esa alma-corporal alimento para la imperturbabilidad (ataraxia), y ese alimento está en “las alegrías del placer, de la amistad y del conocimiento.” Es por ello por lo que la felicidad desde este punto de vista está en el gozo de los pequeños placeres, en la alegría que estos nos producen, y en el saberlos usar moderadamente, en otras palabras, en la sabiduría para gozar y poner límites a nuestros placeres.

Busto Epicuro

Así, ser feliz es como el darse una medicina para al alma, vivir de tal manera que nos demos gozo y alegrías en los placeres mediante el conocimiento y el uso del intelecto que nos provee de esos límites necesarios para vivir placenteramente en este mundo, así tendremos la virtud de la templanza, es decir, la capacidad para autogobernarnos, ya que el exceso de los placeres nos causa dolores, malestares y enfermedad, y una vida poco plena. Por tal razón, para ser felices no hay que abstenerse de los placeres, el tomarnos una copa de vino, un alimento que nos guste y nos caen al cuerpo, y sobre todo, cultivar bienes inmortales como la amistad y la autarquía, ya que como dice Epicuro, “el mejor fruto de la autarquía es la libertad.”
Estos pueden ser algunos de esos caminos para la felicidad, en últimas no hay excusas, bien sea que se espera por ello, o que este a la mano, pero también requiere el coraje, la valentía y la voluntad para ser felices.

Cristina Toro Zambrano

Cristina Toro Zambrano

* Filósofa Colombiana, Magíster en filosofía. Creadora del proyecto Filosofía y vino.

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